Muchos han sido los afectados en
estos últimos años por la comercialización de productos financieros complejos,
entre los cuales destacamos hoy el caso
de las participaciones preferentes.
La propia CNMV las ha definido
como un producto de alto riesgo y de características complejas, y por ello, no
apto para toda clase de consumidores, sino tan sólo aquéllos que en el momento
de adquirirlas han sido debidamente informados y además han comprendido las
peculiares características que definen a este producto.
Casualmente, su comercialización
en España coincidió con la bonanza económica, cuando muchas entidades
financieras comenzaron a ofrecerlas como un producto de altísima rentabilidad a
todo tipo de particulares.
La experiencia
práctica ha demostrado que pese a la plena consciencia de no tratarse del
perfil idóneo para contratar, en un alto porcentaje de casos se colocaron a
clientes antiguos con un perfil ahorrador y en una relación de especial confianza
con el banco, y que estas malas praxis informativas llegaron incluso a provocar
además un curioso efecto rebote publicitario que consiguió la captación de
nuevos clientes y familiares y amigos de los afectados, todos ellos alentados
por esa idea de "aumento de sus ahorros”.
No tienen fecha
de vencimiento, lo que significa que el banco no está obligado a devolver el
capital invertido.
Que se obtenga la
rentabilidad prometida, va a depender de que la empresa haya obtenido beneficios,
de manera que pueda privarse de los intereses si la empresa no ha obtenido
beneficios o repartido dividendos en un año.
Además, el
particular puede verse privado de la inversión inicial en caso de quiebra de la
entidad, al tratarse de un producto no garantizado por el Fondo de Garantía de
Depósitos.
Para canjearlas y
poder recuperar el capital inicial invertido, es el propio ciudadano que las
adquirió el que tendrá que venderlas acudiendo a un mercado secundario, lo que
obviamente se vio muy dificultado por la crisis.
Bien es seguro que de haberse conocido algunas de estas características la
mayoría de los afectados no las habría adquirido, ni siquiera a cambio de esa
“rentabilidad”, tan sólo de haber sido conscientes del único dato de que sus
ahorros estaban en juego, por ello, han existido practicas "poco
éticas" desde las entidades bancarias para "colocar" estos
productos financieros a pequeños ahorradores en favor del banco y en contra de
los intereses de sus propios clientes.
Por eso, somos
muchos los profesionales y organizaciones que luchamos para ayudar a los
afectados a recuperar sus ahorros contando con la ayuda de dos vías
fundamentales: Los Tribunales y el Arbitraje.
Diana García Rodríguez.
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